EL 24 DE OCTUBRE DE 1911 OBTIENE SU PRIMER LAURO, UNA ESTRELLA DE ORO, POR SU ENSAYO ¿ES DIOS LA NATURALEZA MISMA O UN SER DISTINTO Y SUPERIOR A ELLA?
El hijo natural de María Luisa Lossada nació en Maracaibo, el 25 de julio de 1892. Como diputado gestionó con éxito la reapertura de la Universidad del Zulia, la cual, como rector, perfiló como el gran campo para el crecimiento como sociedad. Redactó la Constitución de 1947 y sentó las bases del poder electoral. Su legado sigue vigente.
El hombre sabio no lleva esta vez su impecable traje negro. En mangas de camisa sube a bordo de su chalana, llamada Alción (en homenaje a una de las siete pléyades mitológicas, las hijas de Atlas), y emprende un nuevo paseo por el lago, rodeando la costa de una Maracaibo transida de color, que deviene en ese momento en su musa.
Mira atrás y contempla, en lo alto de una colina de Los Haticos, su residencia, llamada La Atlántida.
Intenta, en vano, soslayar el dolor de muelas que desde la noche anterior azota su disciplinado carácter. Pero su espíritu, estoico y férreo, viene en su auxilio y mitiga su problema dental con la brisa lacustre que mueve el rebelde mechón que siempre aviva su frente, húmeda por el sudor que riega su piel cetrina. Piensa y escribe: construye una idea de país.
Jesús Enrique Lossada navega por el Coquivacoa, entrecierra los ojos y deja que la memoria lo lleve lejos, a su infancia. “Una muela picada duele mucho menos que una patria”, piensa.Niño prodigioJesús Augusto Enrique del Carmen iluminó la vida de la maestra María Luisa Lossada, tejedora de Soles de Maracaibo, cuando llegó al mundo, el 15 de julio de 1892. “Decían que era hijo de un sacerdote, llamado Joaquín Urdaneta, pero la conservadora conciencia social de la época transformó la paternidad en un misterio”, advierte Imelda Rincón, ex rectora de LUZ, en cuya gestión se auspició la película Lossada, girasol, del realizador zuliano Rafael Araujo Otero.
El pedagogo Federico Valbuena recibió en su escuela al pequeño taciturno. De 1906 a 1909 entró en contacto con las primeras lecciones. Pero María Luisa tenía una meta clave: inscribió a su hijo en el Colegio Federal de Varones, donde recibió el título de bachiller en 1912.
Uno de sus condiscípulos, Carlos Montiel Molero, esboza a su compañero: Empezó escribiendo unos versos muy raros que, naturalmente, tenían que sorprender, salidos de aquel zagalón, todavía de pantalones a la rodilla, taciturno y con un seño terrible. Tenía un múltiple talento y casi una fiebre de estudios...”.
Fue bibliotecario del Colegio. Su versatilidad le insta a fundar, junto con algunos de sus compañeros, las revistas Principios y Psiquis. LUZ permanecía cerrada y no fue sino hasta 1917, cuando se inscribió en la Universidad de los Andes para estudiar derecho. El tres de junio de 1921 recibe el título de abogado.
El actor Enrique Romero interpretó al personaje en le referida película: “Nadie como él supo manejar las circunstancias, complejas y difíciles, que mediatizaban la formación intelectual de los jóvenes zulianos, durante la primera década del siglo pasado. Su sabiduría le rodeó de una aureola divina, que él eludía con una sencillez y humildad que maravillaba a la aldea. A su paso por las calles, los transeúntes cedíanle el paso, con admiración y respeto a su condición de maestro.
A los cinco años manejaba la palabra escrita con fluidez precoz. “Una heroica vocación intelectual que, como un brillante de mil karates, esplendió en todas las facetas, entregando su existencia a los supremos ideales humanos...”, escribe uno de sus exégetas.
Esa avidez por el conocimiento universal nutrió sus perspectivas y la máxima heredada de la Ilustración, “nada humano me es ajeno”, configuró su misión del mundo. La historia, el periodismo, las bellas artes, la filosofía, la política, las ciencias en todas sus ramas y saberes, apuntaló su genio. En una ciudad que pugnaba por emerger de la barbarie, su casta civilizatoria emprendió una vasta cruzada. El último presidente del estado Zulia, Felipe Hernández, insistía que que hay que leerlo con entusiasta sentido del deber.
El filósofo y constituyentista José Manuel Delgado Ocando condensa la monumental obra de Lossada en un sola palabra: Maestro. Las mayúsculas son insoslayables. “Asumió un proyecto político que lo convirtió en nuestro paladín regional, personalidad heroica, durante medio siglo, punto de referencia ético de toda la historia zuliana contemporánea. A Lossada debemos el acicate espiritual para superar la soledad y el desfasamiento crónico de nuestra cultura...”, decía el ex rector de LUZ.
Fue durante su discurso conmemorativo del centenario del Maestro. “A cien años de distancia, Lossada es un hito en la historia zuliana del siglo XX (...) Creyó en el futuro de Venezuela y en el progreso del hombre. Pese a su temple pesimista no se dejó nunca arrebatar esa fe y siempre obró como si la fortuna del Zulia y el empeño por su progreso, de su único aliento dependiera (...) Es la expresión cíclica de la gente que hoy busca, como dice (Jorge Luis) Borges, inventar la patria por venir, tan increíble y viable como la flor futura...”.Fuerza civilizatoria
Tras una larga batalla institucional, en la que el centralismo ejercido desde Caracas era principal barrera, Lossada terminó por auspiciar la reapertura de la Universidad del Zulia. Su visión adelantada preveía convertir a la región en el gran campus universitario por excelencia, donde la ciencia y las artes refundarían el principio académico.
En el discurso de reapertura, pronunciado el primero de octubre de 1946, dijo el Maestro: “Las universidades contemporáneas tienen que administrar grandes tesoros del pensamiento, que explotar inmensos veneros de experiencia científica y que ejercen una influencia social orientadora, de finalidad ética, humanística y patriótica. No han de resignarse a ser simples casas manufactureras de doctores y profesionales (...) Han de preocuparse con auténtico interés por suscitar dentro de sus claustros el amor a la investigación, a la caza de nuevos aspectos de los fenómenos, al libre divagar de las inteligencias...”.
En su ensayo La ciudad velada, Miguel Ángel Campos también vislumbra en Lossada una capacidad monumental para comprender a la universidad como bastión por excelencia para enriquecer el patrimonio humano de la patria. Sólo que la incomprensión, la envidia y la chatura de ciertos personajes políticos enconchados en el claustro universitario, maniobraron para obscurecer el sentido de pertinencia del pensamiento y la obra de Jesús Enrique Lossada.
La frase en latín, “Post nubila phoebus”, detrás de las nubes el sol, fue acuñada por el sabio, quien, un año después de la reapertura de LUZ, analizaba: “Nuestra universidad debe ser medularmentre revolucionaria”.
Allí insurge, como una prioridad colectiva, la necesidad de rescatar el legado lossadiano y conectarlo con las nuevas realidades políticas que caracterizan a la Venezuela del siglo XXI. Sus discípulos así lo testimonian, en distintos trabajos y artículos sobre la monumental obra del autor de El reloj de los girasoles y La máquina de la felicidad, dos de sus más celebrados textos literarios.
Delgado Ocando escribe, en su libro Confidencias y reflexiones: “El neoclasicismo y en interés apolíneo por fusionar el quehacer literario con la ciencia (positivismo filosófico), va a ser una constante en las obras del Maestro...”. Perfila sus influencias literarias, refiriendo a filósofos como Federico Nietzsche, Henri Bergson y Heráclito, o a poetas como Edgar Allan Poe, así como a autores fantásticos, como Jorge Luis Borges o Allan Poe. Pondera este “esfuerzo singular de nuestra literatura, donde la construcción antropológica de lo fantástico, lo extraño y lo maravilloso, adquiere connotaciones metafísicas y éticas...”Lossada comprende, junto con Luis Beltrán Prieto Figueroa, que el magisterio abre caminos para eliminar la exclusión social. “Estaba convencido que en Venezuela había existido una educación de castas y de clases”, interviene la ex rectora Imelda.
La democracia como plataforma para la inclusión. La Constitución de 1947 es redactada por Lossada, quien también contribuyó a la configuración del poder electoral en Venezuela. “El introdujo el concepto de referéndum revocatorio y pensó en la participación decisoria a partir del voto”, apunta Romero.
Ciertos sectores reaccionarios trataron de satanizar la figura de Lossada, a quien tildaban de ateo, comunista y otras chaturas mezquinas. Fue el rector Borjas Romero quien emprende la vindicación del hombre que entendió como nadie la paradoja de la globalización: universalizar la aldea, dotando a ésta de una fuerza científica y académica que fortaleciera su presencia ante el orbe. Por ello hay que aceptar la mirada dilecta de Delgado Ocando: “Lossada es el intento más relevante de la modernización cultural de la región, intento que sólo empieza a realizarse cuando la universidad, que no es reabierta sino fundada por él, empieza a vercer el ostracismo intelectual que Maracaibo padeció desde fines del siglo XIX”.
Y ese mismo pueblo, que reverenció su figura como la de un héroe mítico, que le cedía el paso durante sus habituales caminatas, acompañó sus exequias. El Maestro falleció el 28 de junio de 1948, víctima de un padecimiento renal, vinculado con padecimientos dentales. PANORAMA reseña la presencia de 50.000 personas en el sepelio. La maestra Inés Laredo reveló que aquella multitud la impresionó tanto, que, al igual que la mayoría, lloró la muerte del sabio.
Laredo, junto con su esposo, el artista Carlos Áñez Urrutia, compartió muchos momentos gratos con Lossada, hablando de temas diversos del quehacer artístico. Él solicitó su opinión en torno a la zarzuela Las del Soto del Parral, que pretendía montar en el Teatro Baralt, con una compañía local. “Era un hombre muy amable y sumanente sensible, cuya modestia y humildad contrastaban con su inmensa sabiduría”.
El hombre sabio no lleva esta vez su impecable traje negro. En mangas de camisa sube a bordo de su chalana, llamada Alción (en homenaje a una de las siete pléyades mitológicas, las hijas de Atlas), y emprende un nuevo paseo por el lago, rodeando la costa de una Maracaibo transida de color, que deviene en ese momento en su musa.
Mira atrás y contempla, en lo alto de una colina de Los Haticos, su residencia, llamada La Atlántida.
Intenta, en vano, soslayar el dolor de muelas que desde la noche anterior azota su disciplinado carácter. Pero su espíritu, estoico y férreo, viene en su auxilio y mitiga su problema dental con la brisa lacustre que mueve el rebelde mechón que siempre aviva su frente, húmeda por el sudor que riega su piel cetrina. Piensa y escribe: construye una idea de país.
Jesús Enrique Lossada navega por el Coquivacoa, entrecierra los ojos y deja que la memoria lo lleve lejos, a su infancia. “Una muela picada duele mucho menos que una patria”, piensa.Niño prodigioJesús Augusto Enrique del Carmen iluminó la vida de la maestra María Luisa Lossada, tejedora de Soles de Maracaibo, cuando llegó al mundo, el 15 de julio de 1892. “Decían que era hijo de un sacerdote, llamado Joaquín Urdaneta, pero la conservadora conciencia social de la época transformó la paternidad en un misterio”, advierte Imelda Rincón, ex rectora de LUZ, en cuya gestión se auspició la película Lossada, girasol, del realizador zuliano Rafael Araujo Otero.
El pedagogo Federico Valbuena recibió en su escuela al pequeño taciturno. De 1906 a 1909 entró en contacto con las primeras lecciones. Pero María Luisa tenía una meta clave: inscribió a su hijo en el Colegio Federal de Varones, donde recibió el título de bachiller en 1912.
Uno de sus condiscípulos, Carlos Montiel Molero, esboza a su compañero: Empezó escribiendo unos versos muy raros que, naturalmente, tenían que sorprender, salidos de aquel zagalón, todavía de pantalones a la rodilla, taciturno y con un seño terrible. Tenía un múltiple talento y casi una fiebre de estudios...”.
Fue bibliotecario del Colegio. Su versatilidad le insta a fundar, junto con algunos de sus compañeros, las revistas Principios y Psiquis. LUZ permanecía cerrada y no fue sino hasta 1917, cuando se inscribió en la Universidad de los Andes para estudiar derecho. El tres de junio de 1921 recibe el título de abogado.
El actor Enrique Romero interpretó al personaje en le referida película: “Nadie como él supo manejar las circunstancias, complejas y difíciles, que mediatizaban la formación intelectual de los jóvenes zulianos, durante la primera década del siglo pasado. Su sabiduría le rodeó de una aureola divina, que él eludía con una sencillez y humildad que maravillaba a la aldea. A su paso por las calles, los transeúntes cedíanle el paso, con admiración y respeto a su condición de maestro.
A los cinco años manejaba la palabra escrita con fluidez precoz. “Una heroica vocación intelectual que, como un brillante de mil karates, esplendió en todas las facetas, entregando su existencia a los supremos ideales humanos...”, escribe uno de sus exégetas.
Esa avidez por el conocimiento universal nutrió sus perspectivas y la máxima heredada de la Ilustración, “nada humano me es ajeno”, configuró su misión del mundo. La historia, el periodismo, las bellas artes, la filosofía, la política, las ciencias en todas sus ramas y saberes, apuntaló su genio. En una ciudad que pugnaba por emerger de la barbarie, su casta civilizatoria emprendió una vasta cruzada. El último presidente del estado Zulia, Felipe Hernández, insistía que que hay que leerlo con entusiasta sentido del deber.
El filósofo y constituyentista José Manuel Delgado Ocando condensa la monumental obra de Lossada en un sola palabra: Maestro. Las mayúsculas son insoslayables. “Asumió un proyecto político que lo convirtió en nuestro paladín regional, personalidad heroica, durante medio siglo, punto de referencia ético de toda la historia zuliana contemporánea. A Lossada debemos el acicate espiritual para superar la soledad y el desfasamiento crónico de nuestra cultura...”, decía el ex rector de LUZ.
Fue durante su discurso conmemorativo del centenario del Maestro. “A cien años de distancia, Lossada es un hito en la historia zuliana del siglo XX (...) Creyó en el futuro de Venezuela y en el progreso del hombre. Pese a su temple pesimista no se dejó nunca arrebatar esa fe y siempre obró como si la fortuna del Zulia y el empeño por su progreso, de su único aliento dependiera (...) Es la expresión cíclica de la gente que hoy busca, como dice (Jorge Luis) Borges, inventar la patria por venir, tan increíble y viable como la flor futura...”.Fuerza civilizatoria
Tras una larga batalla institucional, en la que el centralismo ejercido desde Caracas era principal barrera, Lossada terminó por auspiciar la reapertura de la Universidad del Zulia. Su visión adelantada preveía convertir a la región en el gran campus universitario por excelencia, donde la ciencia y las artes refundarían el principio académico.
En el discurso de reapertura, pronunciado el primero de octubre de 1946, dijo el Maestro: “Las universidades contemporáneas tienen que administrar grandes tesoros del pensamiento, que explotar inmensos veneros de experiencia científica y que ejercen una influencia social orientadora, de finalidad ética, humanística y patriótica. No han de resignarse a ser simples casas manufactureras de doctores y profesionales (...) Han de preocuparse con auténtico interés por suscitar dentro de sus claustros el amor a la investigación, a la caza de nuevos aspectos de los fenómenos, al libre divagar de las inteligencias...”.
En su ensayo La ciudad velada, Miguel Ángel Campos también vislumbra en Lossada una capacidad monumental para comprender a la universidad como bastión por excelencia para enriquecer el patrimonio humano de la patria. Sólo que la incomprensión, la envidia y la chatura de ciertos personajes políticos enconchados en el claustro universitario, maniobraron para obscurecer el sentido de pertinencia del pensamiento y la obra de Jesús Enrique Lossada.
La frase en latín, “Post nubila phoebus”, detrás de las nubes el sol, fue acuñada por el sabio, quien, un año después de la reapertura de LUZ, analizaba: “Nuestra universidad debe ser medularmentre revolucionaria”.
Allí insurge, como una prioridad colectiva, la necesidad de rescatar el legado lossadiano y conectarlo con las nuevas realidades políticas que caracterizan a la Venezuela del siglo XXI. Sus discípulos así lo testimonian, en distintos trabajos y artículos sobre la monumental obra del autor de El reloj de los girasoles y La máquina de la felicidad, dos de sus más celebrados textos literarios.
Delgado Ocando escribe, en su libro Confidencias y reflexiones: “El neoclasicismo y en interés apolíneo por fusionar el quehacer literario con la ciencia (positivismo filosófico), va a ser una constante en las obras del Maestro...”. Perfila sus influencias literarias, refiriendo a filósofos como Federico Nietzsche, Henri Bergson y Heráclito, o a poetas como Edgar Allan Poe, así como a autores fantásticos, como Jorge Luis Borges o Allan Poe. Pondera este “esfuerzo singular de nuestra literatura, donde la construcción antropológica de lo fantástico, lo extraño y lo maravilloso, adquiere connotaciones metafísicas y éticas...”Lossada comprende, junto con Luis Beltrán Prieto Figueroa, que el magisterio abre caminos para eliminar la exclusión social. “Estaba convencido que en Venezuela había existido una educación de castas y de clases”, interviene la ex rectora Imelda.
La democracia como plataforma para la inclusión. La Constitución de 1947 es redactada por Lossada, quien también contribuyó a la configuración del poder electoral en Venezuela. “El introdujo el concepto de referéndum revocatorio y pensó en la participación decisoria a partir del voto”, apunta Romero.
Ciertos sectores reaccionarios trataron de satanizar la figura de Lossada, a quien tildaban de ateo, comunista y otras chaturas mezquinas. Fue el rector Borjas Romero quien emprende la vindicación del hombre que entendió como nadie la paradoja de la globalización: universalizar la aldea, dotando a ésta de una fuerza científica y académica que fortaleciera su presencia ante el orbe. Por ello hay que aceptar la mirada dilecta de Delgado Ocando: “Lossada es el intento más relevante de la modernización cultural de la región, intento que sólo empieza a realizarse cuando la universidad, que no es reabierta sino fundada por él, empieza a vercer el ostracismo intelectual que Maracaibo padeció desde fines del siglo XIX”.
Y ese mismo pueblo, que reverenció su figura como la de un héroe mítico, que le cedía el paso durante sus habituales caminatas, acompañó sus exequias. El Maestro falleció el 28 de junio de 1948, víctima de un padecimiento renal, vinculado con padecimientos dentales. PANORAMA reseña la presencia de 50.000 personas en el sepelio. La maestra Inés Laredo reveló que aquella multitud la impresionó tanto, que, al igual que la mayoría, lloró la muerte del sabio.
Laredo, junto con su esposo, el artista Carlos Áñez Urrutia, compartió muchos momentos gratos con Lossada, hablando de temas diversos del quehacer artístico. Él solicitó su opinión en torno a la zarzuela Las del Soto del Parral, que pretendía montar en el Teatro Baralt, con una compañía local. “Era un hombre muy amable y sumanente sensible, cuya modestia y humildad contrastaban con su inmensa sabiduría”.
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